lunes, 7 de marzo de 2011

paris y verduritas













de parís sólo me traje cuatro postales. y el deber inminente de hacer dieta en serio, porque entre los crepes gratis del hostal, las baguettes, la burguer con queso de cabra en mc donalds y las porquerías diversas y múltiples que comí estos cuatro días, mi estado general es catastrófico. no hubo caminata que bajara tanta caloría (y eso que caminamos muchísimo).


y bueno, hoy empecé la dieta, y con cierto éxito (por ahora). me fui al super (pegando un faltaso a la clase de la tarde, el querido photoshop, porque además tengo q poner en orden mi casa, mi ropa, mi vida y mis asuntos académicos) y compré muchas verduras. compré tomate y lechuguitas, claro, que son lo que siempre compro. pero además me inspiré y compré morrones (acá son pimientos), zanahorias, y hasta un calabacín (alias zuchini). nunca había comprado tantas verduras por mí misma. otra meta personal conquistada. resulta que el problema para mi no es comerlas. es hacerlas. las verduras me gustan pero no sé cómo miércoles se preparan bien. entonces pelé y corté zanahoria, morrón, zuchini y una cebolla que encanuté de alguno de mis compas de piso, y lo metí en una especie de sartén grande, con un poco de aceite y un poco de agua. y ahi revolví un rato, hice una hamburguesa en la plancha, y al rato, tenía pronta mi exquisitez de verduras cocidas. nada del otro mundo, pero bueno, estoy orgullosa de mi hazaña! y quedó bastante comible y tengo más para mañana.


en fin. tema paris y viajete de fin de semana.


no voy a ir punto por punto porque fueron muchos puntos. simplemente voy a definir mi visión general de lo que me pareció la ciudad. no sé muy bien con qué expectativa fui, porque en realidad no me dio el tiempo de crearlas antes del viaje. las ideas que tenía de parís eran tipo amelie, ratatouille y el código da vinci. pero sobre todo una ciudad como inalcanzable. como algo tan grande, no en el sentido geográfico (aunque lo es y mucho) sino sobre todo el de grandeza de sentirse minúsculo e insignificante frente a ella, tan grande que es imposible sentirse parte de la ciudad. y resulta que no. resulta que es una ciudad que late a su propio ritmo (que no me pareció para nada frenético), que a pesar de que todo está en francés, resulta invitadora, y acoge a personas de todo tipo y color.

cosmopolita sin ser hectic, antigua sin ser gris, y grande sin ser inabarcable. donde la gente se sienta en el césped a comer un sandwich. donde hay tiempo para ir un domingo a ver los barquitos que los niños empujan con palos en la fuente de los jardines de luxemburgo. donde los museos son entes vibrantes, con zumbido propio, orgánicos y presentes. no son cosas olvidadas. definitivamente, el arte habita en parís. por lo menos el arte que se estudia en clases de historia del arte. y hay niños viendo cuadros de matisse y dibujándolos, tirados en el suelo, todo el cuarto lleno de lápices y de ruido. y eso me pareció una forma tan espontánea de acercarse a la historia, que aluciné. así como aluciné cuando en un recodo del museo de orsay me topé con el autorretrato de van gogh, o la estatua de la bailarina de degas, o el cuadro de monet del campo de amapolas, o el caballo blanco de gaugin.


también me gustaron los edificios parisinos, esa arquitectura bastante homogénea, donde resaltan los techos grises y las chimeneas color ladrillo (en realidad son muchos cilindritos en los tejados). tiene un encanto especial. me recuerda a las primeras escenas de los 101 dálmatas. hay como una regla: lo grande son los museos, los palacios, los parques. lo demás, funciona en otra escala. y por eso todo es como petit, como tete a tete, como charming. como que te da ganas de entrar a tomar un café en todos los barcitos y de comprar cositas en cada patisserie, cada boulangerie, cada charcuterie, cada cosa que termina con rie y parece que hay que decirlo haciendo un piquito con la boca. y te pasan por al lado los nenitos vestidos de invierno francés en monopatín y te dicen merci y boucup, y te dan ganas de desmayarte de lo asquerosamente idílico y marveilleux que es todo. y hace frío, pero la gente igual sale a la calle, igual corren por los parques y se sientan a tomar algo en los bares (lado a lado mirando hacia la calle todo el mundo, como en un teatro casi), y comen afuera aunque hay viento y niebla y el sol es débil.


me gustó parís y el hecho de poder hacerla mía, de comprobar que existe y es tan idílica como parece, y a la vez, tan humana y limpia y sucia y generosa y maleducada y cordial y malhumorada y contradictoria como puede ser una ciudad. donde la gente putea y se besa como en todas partes, y donde la historia se entrelaza con la modernidad de forma inseparable y dinámica. donde lo grande y lo pequeño juegan a la escondida, donde lo verde no desaparece, y donde el río alimenta el movimiento permanente de una ciudad que aunque nunca duerme, a veces está somnolienta y perezosa. por supuesto, dormita con un encanto inigualable.

1 comentario:

  1. noelia (una de las que descubrio paris contigo)28 de marzo de 2011, 14:06

    Llore con esto! Me llevaste a Paris de nuevo! gracias magda... es espectacular...
    Soy tu fan numero uno!
    Besosss

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