miércoles, 3 de agosto de 2011

cóncava

iba a no escribir hoy, como no escribí ayer, porque tampoco tengo de qué escribir, o por qué escribir, a veces si no escribo me reclaman, si escribo me reclaman que aburro, al fin y al cabo es mi blog y no tiene que darle explicaciones a nadie si un día se guarda las palabras en el fondo de un baúl lleno de tierra, si un día se atraganta, si un día vomita, si un día se caga en todo y en todos, si un día se muere y deja de existir, al fin y al cabo es mi blog y son mis palabras, mis baúles, mis vómitos, mi diario coexistir con las ganas de escribir y la pereza de hacerlo, con el síndrome de la hoja/entrada/post en blanco, con la verborragia trancada en un nudo en la garganta, nudo de marinero atroz, que sólo se libera un poco con alcohol o con risas o con un río de lamentos, o con un mail desgarrador a alguien que quiero mucho, o con olvidar, subsistir, pensar en otras cosas, qué cosas, cuando me quedan pocas en las que pensar, porque otra vez estoy en ese lugar estancado, gris, insoslayable, ese pozo que es el vacío en todo, ver todo vacío o sentirme vacía o vaciarme de a poco, sentir que no estoy en ninguna parte o que quiero estar en todas o que me voy borrando lentamente, lenta pero vertiginosamente, mortalmente, voy desapareciendo de los lugares que me importan, de las personas que me importan y desaparecen las huellas que dejé, o que no llegué a dejar, y me quedo sin nada y la nada se queda conmigo en un hueco enorme y perdido que se caracteriza por la falta de emoción, por la pasión ausente, el dinamismo roto, la fuerza interior resquebrajada como un jarrón barato, las ganas de hacer cosas que se me salen de entre los dedos, se me escapan, se me caen hacia la oscuridad más ronca, más cruda, y nada parece tener fin y los comienzos nunca llegan, el entusiasmo ha muerto y no sé hacia dónde correr, ni con qué piernas, y la vida se vuelve autista, insípida, vana, el mundo es un devenir constante pero no me involucra, no me llama para que me una a él en sus giros dramáticos, no me queda más consuelo que envolverme en bolaño y sus mexicanas violadas y estranguladas, infinitas mujeres asesinadas de santa teresa, una novela que no alcanzo a entender, a aceptar cabalmente en toda su extensión, a apreciar en sus mil y no sé cuántas páginas, pero me da sueño y apago la luz y cierro los ojos, y sueño con méxico y con los asesinatos y con los niños sicarios y las noticias que mañana tengo que traducir, y con malas traducciones, o no sé si sueño o me preocupo conscientemente, delibero, me estreso, pienso en algo que tengo que hacer mañana pero no quiero hacer, no tengo ganas de hacer ni cariño para hacerlo ni afecto que demostrar, no tengo nada ni quiero hacerlo y es mi pesadilla, y sólo es una visita, pero no me deja dormir, y me doy cuenta de que el calendario sigue en julio, así que enciendo la lámpara y doy vuelta la página, los días pasan como agua, como sequía, se extienden como el desierto de sonora, como la frontera con arizona, y lo único que hay entre los matorrales es basura, calor, listas de catorce puntos que en realidad son ideas para no tener ganas de morir, excusas, son cuerdas que me ato para no dejarme caer, para no hundirme en la fosa común de los desamparados, de los locos inútiles, de los que hacen por no dejar de hacer pero no tienen fe ni en sí mismos, de los que van perdiendo gota a gota la esperanza, de las huelgas de hambre de la ilusión y de los proyectos combustibles, del miedo que de alguna manera nunca desaparece, de las almas en pena por algún mal de amor, de los infectados con mediocridad, de los idiotas, de los que dejaron de pensar porque carecía de sentido, y no me salva nada excepto un pequeño eco de voz que me intenta despertar de la desorientación, que trata de convencerme de que algo vale la pena, en madrid, en uruguay o en marte, diciéndome que hay que encontrarlo, hay que volver al carril de la alegría, de las supersticiones, de involucrarse con algo y sentirse colmado, de moverse, aunque no me lo termino de creer, y me salva también un rincón en blanco de internet, un pedacito de hoja virtual que acoge mi discurso, empapado él de bolaño, pero discurso mío, propio, humildemente insensato y trivial, letras chiquititas agrupadas en un párrafo gordo, enorme, avasallante, un párrafo expansivo y enfermo, sin gozo, pero que goza con la mera lectura de sus palabras, son huellas, soy algo, estoy en alguna parte, y nada me motiva hoy pero por lo menos puedo buscar una forma entusiasta de decir que en algún recoveco del tiempo he vuelto a perder el entusiasmo.

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