lunes, 29 de agosto de 2011

foggy

del momento en que caminabas a mi lado al momento en que de repente te vi adelante no hubo ni siquiera un minuto. me dio un poco de miedo incluso, empezar a caminar más sola, con tanta niebla cercándonos. pero te veía la espalda que avanzaba, tu espalda fuerte que se movía al ritmo de tus pasos, y me sentía un poco tranquila. por lo menos te seguía a la distancia. alguna vez te diste vuelta, y me miraste, como para chequear que yo seguía caminando detrás de ti. pero siempre ibas un poco más rápido, un poco más lejos. la niebla empezaba a borrar tu figura cada tanto, como de a ráfagas. a veces escuchaba tus pies sobre la calle, que me guiaban hacia donde yo creía que ibas. de golpe todo quedó en silencio, y me desorienté. me movía en el aire gris, espeso, y no veía ni mis propios dedos a un metro de mi cara. te llamaba. y el eco me devolvía los susurros. no sé por qué, en un segundo se aclaró un poco ese vapor helado, y me sobresalté al notarte tan cerca. una especie de cachetada de calor se me metió en el cuerpo. me observaste, como con pena. no entendí tus ojos. tampoco hablaste, o si lo hiciste, seguí sin entender. tu mano, caliente siempre, agarraba la mía. la otra secaba una lágrima que se congeló de inmediato. no sé si era mía o tuya. la niebla lo rodeaba todo, y empezaba a colarse por los espacios vacíos. de pronto nos separaba un halo hecho de nube. alcancé a ver tus labios acercándose, pero nada más, porque cerré los ojos para sentirlos. desaparecieron antes de lo que esperaba, junto con todo tú. mi mano se quedó aferrando el aire, con los nudillos blancos de frío, y mis ojos se abrieron para ver un mundo blancuzco y esponjoso, gélido. tus pasos se iban hacia alguna parte, y un eco gigantesco los hacía retumbar, disfrazando su destino. lo único que entendí fue que te habías ido y yo me había quedado sola en ese mundo indiferente, aterida y sin brújula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario