viernes, 9 de diciembre de 2011

desde amsterdam con carinio

Me gusta mucho esta ciudad, quizas la que mas de este combo que elegi para visitar antes de escapar de europa. Tiene un aire juvenil y a la vez sofisticado, y eso de las bicis es tremendo. Me encantaron los canales y las casitas apiniadas y apuntando al cielo, es un manojo de calles que invitan a perderse en ellas. Ademas es muy comercial, y esta todo eso del red light distric que impresiona un poco (pero en el fondo te deja el sabor amargo de lo patetico al recorrerlo), y las coffee shops donde cuando alguien abre la puerta se escapa el olor a porro, como si ya no hubiera más lugar para tanto aroma ahi adentro. La verdad es que el olor a marihuana no me gusta, pero uno tiene que acostumbrarse a encontrarlo con normalidad en esta ciudad. No es ni ahi lo mas importante ni lo mas notorio ni lo mas wow de Amsterdam, y aun asi creo que es una de las principales razones de por qué esto está lleno de turistas veinteanieros. Pero bueno, creo que es a lo que menos pelota le di, porque me gusto mas concentrarme en ver y palpitar la ciudad, su ritmo de pedal y tranvias, el viento colándose entre los canales, las enredaderas en las paredes de ladrillo, los puentes, los barcos llenos de turistas que pasan por abajo, y la decoracion de las vidrieras. Tambien me gustó el Rijksmuseum o como se escriba, pero sobretodo es inigualable el museo Van Gogh, que bien vale los 14 euros que cuesta entrar. A veces me hubiera gustado pasar más rato explorando callejuelas y rincones de Amsterdam, pero las manos heladas y la cara un poco insensible de frio pedian a gritos algo caliente, asi que muchos de los ratos de Amsterdam fueron mirando por la ventana de un bar y en una especie de panaderia muy coqueta y nada presuntuosa. Cuando eso está acompaniado de una sopa de tomate, uno puede pasar horas mirando pasar las bicis de todos los colores y formatos por el puente y los barquitos por el canal.

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