lunes, 19 de diciembre de 2011

un día robado

Hola Madrid, sigo por acá.

En este preciso momento debería estar por remontar vuelo pero no. Estoy en mi casa de los últimos diez meses y pico, en la compu de mi soon to be ex-compa de piso (la mía quedó knock out), con la misma ropa que llevo hace tres días porque mis valijas están todas armadas y cerradas (a presión), y con la suerte (mejor verlo así) de haber aprovechado la tarde que me regaló la cancelación repentina (pero no inesperada) de Aerolíneas Argentinas.

Necesitaba ese desahogo de le pain quotidien (no tanto mío, quizás) para que se barriera la mierda un poco, y volver a creer en esa amistad que ha significado gran parte de lo que fue Madrid para mí. Necesitaba el frío intenso que empieza a apropiarse de las calles para valorar el abrazo, y empezar a añorar la compañía. Y necesitaba las lágrimas también, y poder sentir que se descargaba esa cosa horrible que me pesaba en la espalda. Creo que he encontrado a alguien extremadamente especial. Sé que no siempre he sido la persona más fácil, también sé que muchas veces la dificultad ha sido mutua, pero me gustaría que aprendiéramos a lidiar mejor con nuestros temperamentos de ahora en más. Porque espero que haya mucho más, aún con diez mil kilómetros de por medio. Esto acaba de empezar, ¿no?

Agradezco este día extra, a pesar de las incomodidades de transporte que me implicará mañana (y pasado). Agradezco estos catorce meses acá y todo lo que me llevo, que es muchísimo más que cinco valijas de tamaños variados.

Espero que la próxima vez que escriba sea desde mi casa uruguaya. Pero nunca se sabe. Mientras tanto, no me disgusta nada estar acá, en mi otra casa, con los amigos de este lado del océano.

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