lunes, 22 de octubre de 2012

Sucedemos

De a ratos quiero pensar, de a ratos no quiero pensar mucho. Pero está ahí, sucediendo. Un paseo por el parque Villa Biarritz. Una pizza casera. Una modorra eterna. Un banco en la rambla (otro banco, y casi que otra rambla). Un lugar para estacionar el auto. La puerta de un cuarto secreto. Y una conversación que no se acaba. No sé si vale todo, a veces no, a veces un poco. No tengo miedo. Tengo reservas. Pero miedo no. 

En algún momento creí que la química o la pasión o el amor o lo que sea brotaba de la nada. Como una combustión espontánea recíproca. Después alguien me hizo plantearme que quizás no, que por ahí se construían con paciencia y comunicación. Era un poco escéptica de esa idea, pero al final casi me la creí. Y el final dejó abierto el interrogante. Necesito una magia especial, claro. Pero a partir de ella, que puede ser imperfecta y bruta, capaz que se puede pulir, hacer crecer, y que florezca. Atar un nudo donde sólo había un cruce de cuerdas.

Hay magia, creo. Lo que no sé es qué tipo de nudo estamos atando. Qué tan firme es. Qué tan sólida es mi cuerda. Qué tan libre quiere ser la tuya. Yo quiero disipar mis reservas. Creo que quiero eso. Seguridades no tengo muchas. Tengo hambre de pizza casera y siestas. Tengo risas. Y ganas de saber qué pensás. 

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