miércoles, 14 de noviembre de 2012

Filmame ésta

Hola, ¿qué hacés? Yo estoy en un rodaje. Sí, un rodaje tipo de esos de filmación que son re cool y hipsters y está lleno de gente peluda cargando luces y pantalones caqui con muchos bolsillos y catering. O sea, estoy como re en la onda publicitaria, ¿entendés? Mentira, porque no entiendo mucho y estoy observando todo como si fuera una lección de supervivencia. Medio que lo es. Me preguntan qué opino y no sé bien qué opino porque acá hay gente haciendo su trabajo que tiene cientos de miles de kilómetros de sapiencia más que yo, y me dan cuatrocientas vueltas. Yo miro. Alguna cosa comento, como para dar a entender que no estoy en la luna. Pero es todo nuevo. 

Es todo lento y largo y tedioso también. Son cuatro electrodomésticos. Empezamos a las 10. Son casi las 6 y recién terminamos el primero. Ah, pero quedó precioso. Y almorzamos ensalada y carne con papines y torta de chocolate así que no nos podemos quejar. Es como una tribu de gente extraña que sabe lo que hace pero todo está algo misterioso, como que hacen cosas re importantes y claves para la filmación, y en realidad sostienen un cartón a lo lejos, pero justo ese cartón refleja el brillo perfecto sobre el logo del microondas, y claro, era vital el dolobu ahí parado como un gil con el coso de espumaplast reflejando. 

Entonces voy aprendiendo, y me aburro un poco, y presto atención y voy al baño y observo cómo pasan los técnicos y las ecónomas (¡¡¡ecónomas!!! gente que hace comida para que luzca linda y no se derrita ni se desplome ni se desmigaje y que tenga el tonito de color exacto y la veta del helado marcada y la cereza roja pero no magenta sino roja, o en todo caso eso se postproduce y retoca y todo solucionado). Y hay una pobre chica flaquita con pelo largo que anda por ahí divertida como un cacho de plancton, pero es la modelo de manos. La modelo de manos, ¿entendés? O sea, tiene lindas uñas y no tiene cicatrices pero sólo se ven sus dedos en el aviso, ¿qué clase de orgullo te da eso? Anda por ahí como alma en pena, pobre, tiene que abrir el microondas todavía, y prender el aire, y meter cosas en el horno. Al menos ya abrió el freezer que era lo más complicado (?). 

Ahora esperamos que preparen la cocina, van a meterle un pescado entero adentro y unos cupcakes, muy bajado a tierra todo por supuesto. Lo que cocina toda Doña María del Cerrito de la Victoria en un día rutinario. Pero tiene su magia, su ciencia, su delicadeza. Los cupcakes están combinados y parecen esponjosos. Son bellos, abrazables. Y el pescado olía bien cuando me lo mostraron. ¡Olía bien el pescado! ¿Entendés que hacen magia con la comida? Y vos te creés que vas a comprarte la cocina esta y te van a salir las cosas así de ideales y místicas del horno. Minga. Pero es lindo acariciar la idea. Eso es la publicidad. Acariciar la idea de algo. Quererlo. Comprarte el microondas porque el strogonoff que emergía de esa cosa era imponente. Te gusta pensar que sos capaz de crear cosas así, que hasta ahora no lo habías hecho porque no tenías el electrodoméstico adecuado. 

Y bueno, qué querés. Me gusta venderte ese verso. Me encanta ser parte del equipo de chantas que te dicen que acá vas a cocinar divino. Hasta me lo creo y todo, yo, que apenas hago sopa de sobre y se me desborda la olla. Yo me compraría esta cocina, ¿vos no? Ahora capaz que nos traen la merienda, y supongo que seguiremos en este estudio hasta entrada la noche. Pero bueno, hoy me tocó esto, mañana de vuelta me siento en mi escritorio y pienso cómo ofertarte un colchón o seducirte con un helado. Estoy chocha, ¿se nota? Me gusta lo que hago. Me aburro estando mil horas viendo como le cae el rayo de luz celeste a un aire acondicionado, obvio. Es interesante, pero soporífero. Pero me gusta casi todo el resto. Es una aventura, es variedad, es arte y es mucha mucha mucha técnica. La experiencia se palpa. Por algo hacen así las cosas. Vino la merienda, así que te voy dejando, y hablamos después, cuando veas mi aviso en la tele, ¿ta?

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