martes, 27 de noviembre de 2012

Parque Rodó

Quería una vuelta en el tren fantasma sin cerrar los ojos y doscientas en las sombrillas voladoras. Quería ir hacia atrás a toda velocidad en el gusano loco, y sufrir el vértigo de la inestabilidad de la montaña rusa. Quería ver la playa desde las alturas, desde la rueda gigante frenada conmigo en la cima. Quería chocar los autitos con saña, con rabia y risa. Quería pararme en medio del mambo a todo trapo sin aferrarme a nada. Quería que el barco pirata me mareara hasta vomitar de la emoción.

Y lo hice todo cuando nada más caminaba por el verde y después me sentaba en un murito a descifrar unos ojos francos, mientras un millón de hormigas me mordían el estómago. Mientras escuchaba cosas que no pensé que serían dichas. Mientras se me ensanchaba algo adentro a la vez que se me encogía la razón. Mientras me invadía la ternura y se me agarrotaba un poco la desolación, desplazada por una ilusión bastante pelotuda que no va a tardar en encontrar su rincón en el basurero. 

El parque se llenó de pájaros durante una hora. Muchos todavía cantan. Lo malo es que es hora de dormir.

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