viernes, 11 de mayo de 2012

flavors of entanglement

Antes era Facebook. Sigue siéndolo, ojo. Pero ahora Twitter se me volvió más compinche. Un nido de culebras inquietas e ingeniosas que no paran de hablar y hablar y hablar. Además sucede en ese modo virtual tan cómodo que no necesita un rostro como presentación. Y por eso, justamente, es gratificante. Porque las personas se te acercan por lo que decís, y no por cómo te vestiste para salir al boliche. No saben muy bien qué cara tenés, pero les gustó algo y te lo hacen saber. Te exploran. Y vos a ellos. En medio del ruido se conectan cables. Se instalan conversaciones. Nadie se enoja si le dirigís la palabra. Más bien es una burbuja friki de necesitados crónicos de atención, y cualquier gesto fomentador del ego es bienvenido. No tengo inconvenientes respecto a eso. A mí también me sirven esos gestos. Y recién le estoy agarrando el gustito. Pero para el poco tiempo de tuiteo en serio que llevo (que nunca es en serio), esta plataforma me viene dando lindas alegrías. Chiquitas, controladas, en 140 caracteres o con forma de estrella dorada o flechitas verdes. Y también cosas más grandes. Galanteos galantes, saltos hacia comunicaciones más largas, difusión, descubrimiento de cosas geniales para leer. Posibilidades, en suma. Me atrapó. Y por el momento no quiero buscar la salida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario