sábado, 19 de mayo de 2012

Forever young

Hoy jugué al tenis. Pero no cualquier tenis. Jugué dos sets de dobles, haciendo equipo con mi abuelo. Mi abuelo tiene 78 años pero espíritu de 25. Yo tengo 25 pero juego como si tuviera 78. Y nuestros contrincantes eran los amigos de mi abuelo, que deben rondar su edad, pero no tienen tanta movilidad de piernas como él, aunque meten algunas bolas envenenadas desde la red. Ganamos 6-3 y 6-4. 

Cuestión que mi abuelo se quedó chocho (juega para ganar), y yo sentí que no soy una desgracia tan grande en esto de pegarle a una pelota amarilla. Y me gustó tener el honor de ser la cuarta. A su edad, reclutar a cuatro para jugar al tenis no es fácil. Antes eran un grupo grande. Ahora, algunos se murieron y otros tienen achaques que los alejan de la cancha. Además, se los ve divertidos, es su hora y pico de volver a ser jóvenes, de reírse, de tomarse el pelo por una bola que se comieron. De competir.

Cuando mi abuelo me llamó para reclutarme (no fue una invitación, fue una orden), yo estaba durmiendo desde hacía sólo cuatro horas, y lo que menos había planeado era pasar la tarde bajando el promedio de edad de un partido de tenis. Pero por suerte fui. Porque al final, en el polvo de ladrillo no hay tantas diferencias. Y yo podré estirarme o agacharme más, pero ellos llevan años en esto. Cada cual tiene sus armas. Y nos divertimos. Mantengo firme mi propósito de ser así de joven cuando esté pisando los ochenta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario