viernes, 4 de mayo de 2012

Uruguay productivo

Empecé el viernes con dos buzos de lana, a eso de las matinales ocho, arriba de una yegua tordilla gorda y acompañando a papá en una vuelta que nos llevó tres horas. Hicimos andar un molino en el proceso, y nos acordamos de prender la bomba para llenar unos bebederos vacíos.

Llegué y me dormí en el sofá. Me desperté para el guiso y una banana y me dormí otra vez, profunda y necesariamente, hasta casi las tres. Mi celular me dijo que capaz que pasan cosas interesantes en mi vida a nivel laboral en un futuro no tan distante.

Desconcertada, agarré la moto y me fui por ahí. Metí la pata en una cañada. Me topé con papá otra vez, que me pidió que hiciera unos mandados. Le cambié la moto por la camioneta, volví a la casa, cargué bidones y garrafas y me fui al pueblo antes conocido como Cabellos (hoy Baltasar Brum) a cargar nafta y renovar el stock de gas.

Volví cuando se ponía el sol, viendo a los borregos correr desaforados camino arriba, esquivando pozos y sintiéndome medianamente útil. Ahora espero que se haga el pollo en la parrilla, y veo el noticiero con mis padres. Hablamos de todo un poco, preparo unos trabajitos, junto hambre y me seco el pelo en la estufa.

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