jueves, 3 de junio de 2010

una flor adentro de un libro



anoche encontré en la página 70 del libro que estoy leyendo (birds of prey de wilbur smith) un macachín amarillo aplastado por los años y el papel. es un típico libro paperback que mamá compró en 1999 (siempre le pone nombre y fecha en una de las primeras páginas).
me gusta creer que esa flor se la regaló alguna de mis hermanas a mamá (yo creo que ya era muy grande para regalar flores, tenía como 12 años en ese entonces), mientras ella leía en el alero de la estancia, alguna tarde de vacaciones.
y la metió en el libro y no pensó más en ella, pero la flor siguió ahí, y hoy, once años después, me topo con su color avejentado pero todavía vivo, un pequeño recuerdo sólido de un momento que de otra manera quizás se esfume en el pasado. ese momento en que éramos niñas todavía y mamá leía en el alero de la estancia.
a medida que avanzo en la historia la flor va quedando atrás. siempre la dejo donde la encontré. no es la primera vez que me encuentro con rastros vegetales en libros. hace poco descubrí dos tréboles de cuatro hojas en un coffee table book de caballos que me prestaron mis abuelos para la tesis. me gusta imaginarme la razón por la que se guardan en el corazón de un libro. tal vez sea nada más que para sorprender gratamente al próximo lector. un lector que, probablemente, no abra ese libro hasta dentro de una década (los libros son dinosaurios hoy en día). pero esa flor es cada vez más mágica con el paso del tiempo, y ojalá que alguien que valore los libros tanto como yo, cuando los abra, vea en esas flores secas la vida que una vez tuvieron, y piense en la mano que las recogió para dejarlas, como regalos, en el corazón de un libro.

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