domingo, 2 de diciembre de 2012

Hockey


Hoy jugamos el último partido. Éramos 11 justas, la golera no estaba, y nos tuvimos que arreglar como pudimos. Igual que casi todo el año. Empatamos cero a cero. Empezamos más o menos, después tuvimos varias chances, y terminamos el segundo tiempo con un quilombo en nuestra área. Tendríamos que haber ganado. Pero esa no es la cuestión. 

La cuestión es que a las 8 y media de la mañana de un domingo estábamos yendo a la cancha. La cuestión es que nos olvidamos de todo durante una hora y pico y sólo existía ese rectángulo de pasto bien verde, esos arcos como objetivo y las otras diez del equipo. Porque las contrarias se vuelven masa, enemigo difuso, simplemente palos amenazantes.  Las diferenciamos cuando las tenemos que marcar, pero son la misma cosa, y sólo existimos nosotras. Los árbitros son puras reglas de juego. Las personas vivas somos nosotras, en ese choque en busca de la bocha, en esa parada, en ese quite, en ese amague. La persona viva soy yo, pegando lo suficientemente fuerte para que el disparo llegue al área contraria, esquivando el bloqueo. Soy yo,  avanzando. Soy yo, cuidando el arco. Como si fuera mi casa. 

Porque resulta que soy buena cuidando el arco. Resulta que a dos partidos de terminar descubrimos con asombro que mi confianza rebrotó y puedo no jugar tan inestablemente si soy defensa. Si soy la última defensa. Si soy la que hace las salidas del área. Si quedo libre y ordeno a las de atrás. Resulta que el palo nuevo algo tiene, y me encontré con él, y puedo parar mejor y pegar mejor, y mis bochas llegan más lejos. Y resulta que jugué bien, o al menos no tan mal, y si bien a todas nos gusta atacar y tener la chance de meter goles (aunque no los metamos), a mí me gustó tener esa responsabilidad de cuidar el arco. De ser la última antes de la golera, y sacarles la bocha a las contrarias antes de que nos fulminen.

Me da pena recién haberlo visto. Me dan pena muchas cosas de este año en hockey, porque de verdad sobrevivimos a gatas. Pero el año que viene será otro año y voy con las ilusiones emparchadas. Sintético, capaz, y una liga más competitiva. Lo único que sé es que espero no perderme de nuevo. Me costó mucho este camino, después de un 2011 sin tocar una bocha, y ahora que le agarré la mano a cuál es mi rol en la cancha, no quiero dejar de jugar por el verano. Pero necesitamos un descanso. 

Mientras, terminamos en un no tan deshonroso 7º u 8º lugar, supongo, de 19 cuadros. Siempre se puede mejorar. Ganas tengo. Compromiso, todo. Y cierro este torneo contenta, a pesar de los cien mil baches que tuve, y que arrastramos como equipo. Sinceramente creo que este deporte me hace mejor. 

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