domingo, 16 de diciembre de 2012

No estaba

Gente con cara seria, cara húmeda, como de tristeza cotidiana, como de apagón. Gente que camina de a dos con los pasos igualados. Gente con perros. Gente en bancos esperando a la muerte. Cerveza y besos. Abrazos oscuros de murito. Gente con motos y risotadas y porro. Gente en bici y gente cansada de sus propios pies. Gente enchufada por los oídos a un universo musical ignoto. Gente de negro, de gris, de blanco. Gente que aparece entre las sombras. Gente que persigue pelotas. Autos. Faros. Relojes. La noche entera rabiosa y cálida. Las baldosas elocuentes con su secuencia interminable, mi rodilla quejándose por la rótula, mi paso ensordecido y firme y mis ojos buscando. Gente en la rambla y yo entre la gente, sin dejar que nadie esquivara mi concentración.

Vi de todo, pero no estaba. No estaba entre la gente ni entre los perros ni me alcanzó corriendo ni escuché su respiración agitada al lado mio. No esperaba a la muerte ni a mí en ningún banco, tampoco andaba en moto ni tomaba cerveza, no se besaba con nadie en el amparo oscuro de un farol roto. Simplemente no estaba. No sé dónde estaba, pero no era ahí, donde yo recorría todo buscándola. No estaba en las caras serias de humedad ni en las parejas que acompasaban sus pasos. Tampoco estaba en el universo musical al que me unían un par de cables. No estaba en las baldosas, ni de blanco, ni en las bicis, ni en las sombras. Sólo estaba en mi concentración, en mi afán de encontrarla, en mi paso ensordecido de búsqueda interminable. Sólo estaba en mis pies cansados y en mis ojos rabiosos. 

La esperanza es esquiva y a veces pienso que sólo yo la persigo, como si fuera una pelota escapada que pisan los autos. 

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