De golpe recordé que yo no soy la Tía Julia, sino el escribidor Varguitas. Excepto porque tengo chispa y rapidez para las réplicas, cuento cuentos colorados con gracia y tengo una risa fuerte, directa y alegre que me arruga los ojos. (Páginas 120 y 121.)
Soy Marito porque creo que la diferencia de edad no es tan terrible, y porque te quiero contar toda mi vida, no la pasada sino la que tendré en el futuro, cuando sea escritora, entregada totalmente a la literatura, la cosa más formidable del mundo. (Página 119.)
Nuestra relación se ha estabilizado rápidamente en lo amorfo, se sitúa en algún punto indefinible entre las categorías opuestas de enamorados y amantes. Éste es un tema recurrente de nuestras conversaciones. Tenemos de amantes la clandestinidad, el temor a ser descubiertos, la sensación de riesgo, pero lo somos espiritual, no materialmente, pues no hacemos el amor. (Página 122.) Y tenemos de enamorados todo lo demás.
No sé. Mirá si al final resulta que somos un radioteatro de Pedro Camacho, y terminamos divorciados y yo me caso con mi primo y vos sólo te quedás ahí guardado en un estante siendo el título, el corazón y la dedicatoria de un libro.
Pero qué libro.
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