miércoles, 25 de agosto de 2010

mineros atrapados

hace unos días que LA noticia es la de los mineros chilenos atrapados 700 metros bajo tierra. no es un mero hecho noticioso: es un fenómeno social y político gigante. las mil y una aristas que tiene este caso son curiosísimas, ya que no sólo es una historia atrapante por lo removedora y conmocionante, sino que además se puede observar desde infinitos puntos de vista.

en primer lugar, están los hechos: heroicos, casuales, enormemente fortuitos hasta ahora. nunca oí ni leí nada sobre la noticia de que se habían perdido 33 mineros bajo la tierra chilena, sólo me enteré cuando, milagrosamente, los encontraron. y no sólo los encontraron vivos a todos, sino que los encontraron vivos después de 17 días, a cientos de metros de profundidad, a una temperatura de casi 40 grados y 98% de humedad. imagino un pozo de 700 metros de hondo, y ya me asombra. pero que el pozo tenga 8 cm de ancho, y sea el canal de vida para estos hombres, por donde les envían agua, comida y un cable de teléfono, por donde desciende una cámara de televisión que les ve las caras, eso me da escalofríos. escalofríos de emoción. orgullo de saber que la especie humana es capaz de soportar estoicamente ese tipo de circunstancias, orgullo de saber que se pudieron organizar para racionarse la comida de dos días durante dos semanas y media, orgullo de saber que pueden cantar el himno nacional y alegrarse porque, a pesar de que están en el centro del mundo, se enteraron de que nadie murió en el derrumbe.

también aplaudo a los chilenos que nunca abandonaron la búsqueda, aún cuando parecía que ya no había nada para encontrar. aplaudo al presidente que no dejó de pensar en esos hombres enterrados, aún cuando no sabía si estaban enterrados vivos o muertos. aplaudo al ministro de minería, que aunque parece un cheto bárbaro, estuvo en el lugar de la mina durante toda la operación de búsqueda, y fue cauto, intentando no alimentar esperanzas casi imposibles. decía lo que nadie quería oír, pero todos debían tener presente. aplaudo a la ciencia, que cada vez me deja más pasmada con sus avances, con su capacidad, con su fuerza. la ciencia, al fin y al cabo, es nada más y nada menos que los hombres que la hacen, que la descubren, que la desarrollan. aplaudo a todas las ciencias que van a participar en este rescate maravilloso. espero que tenga un final feliz. pero es tranquilizador saber que la geología, la minería, la tecnología, la electrónica, la psicología, la nutrición, la medicina, la comunicación, y quién sabe cuántas disciplinas más estarán trabajando duro para que esos 33 hombres salgan lo menos afectados posible de ese submundo oscuro.

y no puedo ni concebir lo valientes que son esos hombres. la paciencia, la fuerza de voluntad, la entereza, la humildad. son virtudes que ahí abajo, encerrados, deben tener sí o sí, porque no hay nada que puedan hacer. pero han demostrado que su sencillez no carece de inteligencia, y aunque muchos casi no saben escribir, han conseguido adaptarse, unirse y enfrentar la adversidad como pocos lo hubieran conseguido. tienen cosas a su favor: son hombres curtidos en su trabajo, que conocen lo que es la mina, que la viven, la respiran, la sienten desde siempre. y son hombres curtidos en la pobreza, simples mineros chilenos, acostumbrados a que la suerte no les regale nada. pero además, tienen un líder sensato, y lo respetan, y supieron sacarle provecho a lo que tenían a su alcance: baterías para luz, agua, y poquísima comida. alguien me dijo que inteligencia es capacidad de adaptación ante cualquier situación. si eso es así, estos hombres son genios.

me fascinan estas historias de supervivencia. en ellas renuevo mi fe en la gente. me doy cuenta de las cosas que somos capaces de lograr los seres humanos. descubro lo importante que es valorar hasta lo más simple. aprendo que lo esencial para vivir, en realidad, es muy poco. desde chica, mi padre nos inculcó la admiración total por los sobrevivientes de los andes, de aquel avión de uruguayos que se perdió en la coordillera. esa tragedia con final insospechado siempre va a estar entre mis historias preferidas (lectura indispensable: "la sociedad de la nieve" de pablo vierci. in-dis-pen-sa-ble). además de por lo cercana (los tipos, esos tipos, que comieron carne humana, que lograron salvarse por sí solos, que sufrieron como nadie, hoy caminan por montevideo!), me encanta por lo emocionante, por la enseñanza enorme que deja, por lo gigante de la proeza, por el rol fundamental de la esperanza.

no sé si la historia de los mineros será como la de los alumnos del christian de 1972. pero se perfila como un fenómeno similar. quedan cuatro meses de agonía, quizás para navidad salgan de ese infierno. (sáquennos de este infierno, pidió uno hoy. no sabe todo lo que falta). tienen que salir, pienso yo. no puede ser que no salgan vivos de ahí. tienen todo a su disposición para sacarlos. si la naturaleza se rebela y tiembla la tierra y los sepulta en sus entrañas aún más, si los mata y los olvida, si le gana la batalla a los hombres, creo que sería una naturaleza para nada piadosa. tienen que salir, porque sería una broma de muy mal gusto (de dios?) que después de tantos esfuerzos, después de hacer renacer la esperanza como ocurrió en el día 17, la vea morir el mundo entero bajo toneladas de roca. porque ahora, los mineros son un símbolo no sólo de chile sino también de la humanidad. ojalá que salgan, porque necesitamos creer en esa esperanza.

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