martes, 8 de febrero de 2011

cales y arenas

no sé como, corajuda se cortó una mano. se lastimó tanto que tuvieron que amputársela. no sé por qué los caballos que nos dieron tantos kilómetros y tardes infantiles tienen finales horribles. archi se murió a principios de 2010 quemado por un rayo. y corajuda no se murió, pero va a dar saltitos hasta que no pueda más. toda la dignidad y rebeldía de ese paquete de nervios que era se fue de repente. y guapa está vieja y con las costillas visibles. tiene los ojos ancianos. quizás el rayo fue el final más rápido y menos doloroso. archi nunca dejó de ser lo que siempre fue, por lo menos ante mis ojos. no quita que igual lo extrañe y que piense que merecía algo mejor que un instante de fuego. no quita que me parezca que cortarle una pata a un caballo es de las cosas más feas del mundo. no quita que quiera conservar esas tardes sobre ellos como algunas de las postales más entrañables de mi vida. de a poco, los lugares y los seres mágicos del pasado se van muriendo, o estropeando irreversiblemente. y eso duele mucho.



por otro lado, mi amiga del alma se convierte en psicóloga. y la vida sigue, y tenemos que crecer. y me alegro por ella y por el hecho de que el camino profesional se ensancha, se llena de opciones, se hace sinuoso y desafiante y cuesta arriba, desde donde al final todo se ve más bonito. y podemos viajar juntas y tomarnos un descanso de la vida mientras vivimos. y será otra de las postales viejas que mire con cariño cuando esté arriba de la montaña (espero llegar) y ojalá que nunca se marchite. porque quisiera que cambiáramos de tal manera que lo bueno de nosotros no se estropee ni se muera nunca. pero no puedo saberlo, sólo desearlo.

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