miércoles, 2 de febrero de 2011

iemanyá, pero acá

no hay río de la plata donde echar mis barquitos blancos y celestes, donde lanzar mis balsas de flores, donde ofrendar mis vírgenes y diosas, donde ver hundirse mis alhajas, donde mojarme los pies y las piernas y la piel, donde encender velas en la orilla. no hay puesta de sol que me vea rezar, cantar, bailar alrededor de hogueras. no hay mística de politeísmo, de rito pagano y por lo tanto tan atractivo, tan curioso, que provoca convertirse a la senda de la diosa del mar por un sólo día. por un atardecer más bien, y ser parte de ese montevideo popular pero extraño, montevideo rambla y verano, montevideo a la vuelta de enero, despertándose a bostezos de carnaval de su sopor de primera y segunda quincena. me gusta ese montevideo que empieza a revivir, pero sigue de chancletas. me gusta mi ciudad a pesar de sus veredas grises y sucias, de su desprolijidad tercermundista, de su herencia de todas partes, tan americana que vista desde acá parece tropical, cuasi caribeña, donde el frío de mis músculos agarrotados hace que palpite en mí la nostalgia por la temperatura del asfalto de mi capital en estos días.

no hay río de la plata, ni barcos celestes de espumaplás, ni verano, ni hogueras, ni mujeronas bailando descalzas y rezando cánticos a una estatua de sirena. tampoco hay asfalto caliente ni paisajes de barrio, ni esa rambla eterna que debe ser lo que más extraño de toda la geografía montevideana. tampoco tengo los ruidos de mi casa, ni el carnaval, ni las chancletas. no veo sombrillas cuando miro por la ventana.

pero acabo de pegar las fotos de los que están conmigo en la pared, y los dibujos de mi prima española, y mi cartel de bienvenida a uruguay, y mis dos mini peluches, y mi calendario con foto del cerro pan de azúcar en febrero está extendido sobre la mesa, y tengo comida en la heladera y la ropa limpia, y tengo mails de mi familia, y pude almorzar en el balcón al sol, y me inscribí en el gimnasio de la universidad, y pasé la tarde en starbucks pensando nombres de aerolíneas low cost, pero más que nada hablando de la vida con alguien que ya siento como una amiga. creo que si tuviera al río de la plata enfrente, tendría que tirar muchas alhajas al agua. y mis barquitos irían cargados de flores. no sé si para iemanyá o para quién, pero a alguien le tendría que dar las gracias. quizás a mí misma. por hacer que esas aguas plateadas por el sol poniente que extraño tanto no sean tan imprescindibles.

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