jueves, 27 de octubre de 2011

apagón



ocho horas sin luz porque se quemó el diferencial. claro que de eso nos enteramos a medianoche, cuando el señor electricista llegó a ver qué pasaba.

a las cuatro de la tarde, cuando se apagó la casa entera de repente, pensé que era un clavo de situación, y me fui a dar unas vueltas (las vueltas terminaron en un vaquero y una camisa). encima llovía. horas en zara, en el corte inglés (le sigo teniendo fastidio) y en otro zara, y un windowshopping generalizado y errante. también pasé ciertos considerables minutos en un local de plantas, buscando una para regalarle a mi amigo st. creo que lo que sea que le obsequie se le va a morir a la semana así que estoy seriamente considerando regalarle un cactus (había algunos muy lindos). no me decidí.

volví como a las siete y media. seguía todo a oscuras. sólo estaba j a tientas por la casa. encendí mi vela, que fue la primera del arsenal que después fuimos acumulando a medida que llegaron las chicas y aportaron más luz. en el más cálido de los sentidos.

al principio j y yo nos sentamos en las tinieblas del living, y nos pusimos a charlar, algo resignados. como si fuera el peor de los planes. pero resulta que no. y llegaron s y a y las horas pasaron, y tuvimos hambre y comimos cosas crudas, en la semipenumbra esa de las siete velas, charlando de nada y de cosas de la vida, de padres fotógrafos y madres que no cocinan, amigos piragüistas y comidas, palabras en uruguayo, columnas vertebrales rotas, hobbies y hasta de la forma que tienen los gatos de huir de los niños.

me va a dar mucha pena dejar esta casa, y en cierta forma lamento que sea recién ahora el momento en que me siento verdaderamente cómoda en ella. aprecio mucho a mis compañeros de piso y a esta extraña tribu que formamos, con mascota y todo.

de hoy en más, cada tanto, me parece que un duende va a bajar la llave general sin querer, para que se vuelvan a dar estos momentos amenos en los que la magia de la oscuridad hace que surjan las palabras, sin televisión que las amortigue, ni computadoras que las distraigan, ni equipos de música que las asusten. la energía no siempre llega a través de un enchufe, y ahora, cuando me vaya a dormir y todo vuelva a ponerse negro, me voy a sentir extrañamente iluminada.

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