lunes, 17 de octubre de 2011

temporal



no sé por qué adquirí esta costumbre, o hábito, o manía. pero tiendo a pensar en fechas, a calcular distancias en el tiempo, a buscar la métrica exacta, redonda, hacia un hecho pasado, no importa si cercano o remoto, para usar como sólida tierra en la que seguir afirmándome.

antes no lo hacía tanto. supongo que es un síntoma de las alteraciones, de las mudanzas, del deambular por el mundo. mido mi vida según mojones de cambios, o períodos de estabilidad. se convierte en una necesidad orgánica casi. algo de lo que fiarme, a lo que recurrir para recordar, para tratar de entender quién soy hoy y dónde estoy parada.

entonces cada fecha sirve para volver atrás, y ubicar mi presente comparado con una referencia anterior. pienso: "hoy, hace tres meses, era mi primer día de trabajo". y mido lo que ha ocurrido en estos tres meses que volaron. pueden ser una eternidad, o una brisa. para mí, es rarísimo. algo así como una brisa eterna.

mis estaciones están cambiadas, mis meses del año están cambiados, mis vacaciones están cambiadas y todo funciona raro y al revés acá en el norte, diferente de cómo funcionó los otros veintitrés años de mi vida. nunca sé si el año está terminando o empezando, ni qué hago yendo a clases en enero, o en una piscina en julio. me mareo. entonces de a ratos mi "año" es todo el tiempo que estuve fuera de uruguay, empezando en octubre 2010 y terminando en diciembre 2011. un año de catorce meses. tres veranos. dos inviernos. y unas vacaciones forzadas en el medio.

el verdadero año, los 365 días de vivir afuera oficialmente, lo cumplo dentro de tres días. el 20 de octubre aterricé en madrid. hacía frío de mañana. dejé mis cosas en el hostal roñoso donde me quedé las primeras semanas y fui al máster a llevar el mamotreto de certificaciones académicas. no me acuerdo mucho de nada, excepto del sentimiento "radical". no sé cómo expresarlo. era eso, radical. distinto, nuevo. desafiante. en ese entonces caminaba por la calle y no me creía que estaba en madrid. quizás no tenía tanto miedo porque tenía ayuda. o era un poco inconsciente. sigo creyendo que está bien cambiar. significa volver a organizar el mobiliario mental después de un sacudón.

creo que cada tanto hay que cambiar. buscar nuevas aventuras, en el mejor de los sentidos. y ya no le tengo tanto miedo. de hecho, para mí volver a montevideo va a ser cambiar. va a ser empezar de cero en muchísimos aspectos. enfrentarme a retos nuevos, quizás de otro calibre, más "light" que los que tuve que sortear acá. pero retos de todas formas, y que ya se van haciendo necesarios.

no digo que el cambio siempre venga en forma de "variación del país de residencia". pero es una de las formas, quizás de las más drásticas. me alegro de haberlo hecho, y sobre todo, de haber podido hacerlo. o de la forma en que resultó. no es todo genial y sonriente, muchas veces es difícil y solitario, o agotador. pero es la maravilla de la hoja en blanco, y la oportunidad de seguir escribiendo la historia de tu vida como si empezaras de nuevo.

lo que más me gusta de la página que escribí bajo el título "España" son los tachonazos, las arrugas del papel, las manchas de lágrimas secas, los momentos en que la letra se hace minúscula e ilegible porque me dormía en clase, las descripciones de gente y de lugares, los diálogos, los varios renglones de risa onomatopéyica. no es una versión mejorada de mí. es una versión más real de mí. una versión con la que en general estoy cómoda. que tiene seiscientosmil defectos, claro. pero ahora tiene una página más de trama que la construye, y que la hace interesante -espero-.

esta semana, como la del pasaje de avión que no usé, es una serie de días de mirar hacia atrás con incredulidad. y también con esperanza. si hoy, casi un año después de haber llegado a madrid para quedarme, estoy acá todavía, trabajando, viajando, con planes de regreso pero no mucho más, quién sabe dónde estaré cuando haya pasado un nuevo año. no se pueden hacer planes a largo plazo, porque los planes necesitan ser tirados por la borda cada tanto.

hace tres meses, aquel primer día, no estaba convencida de mi trabajo. hoy creo que le estoy sacando mucho más jugo del que pensé que tenía. y no lo veo como una meta en sí mismo -quizás si me quedara sí, pero no es el momento de quedarme-, pero sí lo siento como un escalón. y agradezco seguir acá para poder aprovecharlo hasta el último día.

y miro esta semana como el cierre de un año de tiempo, pero es una clausura falsa, porque está lejos de terminar todavía. pero esa es mi manía, mi hábito, mi costumbre adquirida a partir del cambio. mi forma de asentarme en la tierra fime para seguir escalando.

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