lunes, 24 de octubre de 2011

mezzosoprano

"Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude."
Orson Welles



a veces me pregunto si tengo mi propia voz. es decir, si tengo un estilo concreto, que pudiera llamarse mío. no poner mayúsculas no es un estilo, es pereza. a veces me da miedo repetir demasiado las palabras, las frases, las ideas. como ahora que acabo de decir "veces" dos veces (ahora tres).

también me da miedo ser monotemática (el miedo es un monotema...). este blog está impregnado de mí, evidentemente. más bien es una expresión directa de mí, lo más mío que puede ser un espacio virtual. pero este blog no soy yo, no representa todo el yo que yo soy. como aquel cuadro de magritte en el que aparece una pipa y la leyenda "ceci n'est pas une pipe". porque en realidad no es una pipa. es la representación de una pipa. eso es mi blog. funciona igual que un autorretrato. no soy yo, sino tan sólo una representación de mí.

tengo entonces mi propia voz? tengo un estilo particular, que hace que cuando alguien lee algo escrito por mí, intrínsecamente lo sepa, aunque no se vea mi nombre por ninguna parte? en realidad es una espada de doble filo. porque quisiera que no fuera exactamente así. quisiera tener tanto dominio de esta anarquía de las palabras como para ejercer un dia de revolucionaria y otro día de káiser. camuflarme, de ser posible, en mil textos distintos. aunque en ellos esté latente el mismo algoritmo creativo. algo intangible, místico, que los refiera para siempre a mi pluma.

sé que admiro la forma de escribir de muchos. no quiere decir que siempre me atrapen las novelas que escriben. o los versos. a veces sólo leo palabras bellas, y no busco más. bolaño, por ejemplo, tenía una escritura riquísima. pero su novela desbordaba la lentitud de mil y pico de páginas. mario vargas llosa, mi prócer, escribe condenadamente enrevesado, y justamente ahí radica su maravilla. y carlos fuentes redacta como si acabara de soñarlo. me gusta esa escritura sin pausas, orgánica, de párrafos que duran páginas, capítulos enteros sin punto y aparte, diálogos insertos en el medio de todo, porque lo son todo. esa escritura sin respiro es muy latinoamericana. sentimental, en el menos cursi de los sentidos. como una herida abierta.

no sé si los trato de imitar. a veces consigo un chispazo de verborragia parecida. a veces, la formación periodística me corta las frases. las acorta, más bien. las define. aunque no necesariamente lo pulido sea bueno. los bestsellers generalmente son novelas que no buscan tanto experimentar con las palabras, sino que se limitan a contar una historia con principio, desarrollo y desenlace. eso está bien, pero no es lo único que busco. quizás porque me distraigo en el recorrido, en el afán por hacerlo irresistible y musical. a medida que escribo siento que mi lengua se mueve leyéndome, a pesar de que no abro la boca. creo que es porque estoy intentando conseguir eso mismo: la aliteración acertada, el verbo tajante, el adjetivo sonoro y perfecto.

hace mucho, además, que no escribo verdaderamente. aunque hace años ya que quiero soltarme y recuperar la libertad perdida. pero no descubro el tópico. no se me sueltan las manos, las ideas, la piel. están acuclilladas ahí adentro, pidiendo a grito pelado que les dé rienda suelta. no sé cómo. aquí mismo me tranco, me censuro. ahora, en este instante, me cuesta horrores terminar el párrafo.

ayer leía a benedetti y me autosermoneaba por no leerlo más seguido. por haberlo abandonado demasiado. sobre todo, tal vez, por no poder ser como él. por no tener una expresión tan diáfana como la suya, un dominio infinito sobre el vocabulario, una exquisitez aguda, tan certera como un escalofrío, y por no poder desnudarme con esa simpleza y ese uruguayismo nato, burbujeante. es que decía cosas que quería hacer mías. y eso es genial y a la vez humilla.

entonces? cuál es mi voz? algún día se va a hacer oír a la par de ese coro de maestros? o voy a estar en perpetuo silencio, amordazada por mis singulares límites, mis prejuicios ciegos, mi visión enana y umbilical del mundo? quisiera que mi voz se largara a correr de pronto, meciéndose indiferente por todas las escalas del solfeo, por todos los géneros y los narradores, demoliendo doctrinas con mitos, elaborando tramas como quien teje redes, y construyendo castillos, astronautas y flores de cerezo con la facilidad con que una catarata se expulsa a sí misma.

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