jueves, 27 de septiembre de 2012

Khalil


Hoy me gustaría estar junto a su belfo suave. Olerlo. Me encantaría hundir mi cara en su cuello caliente y arqueado. Sentir su inquietud, su fuerza agazapada. Su magia de suaves pelos grises y blancos. Tocarlo, entero. Aferrarme a su crin. Mirarlo a los ojos. Ojos de amigo, ojos de loco. Tomarle el pulso a sus pasos elevados. Verlo correr, todo estampado en el horizonte. Susurrarle cosas. Hacerme afín. Romper esa barrera de miedo que me separa del animal, y que a él lo separa del humano. Subirme, por primera vez, a su lomo robusto. Caminar con sus pies de semental. Repiquetear en el corral, y galopar por los potreros. Estar en control de su infinidad, y a la vez, que exista el riesgo de perderla a cada segundo. El desafío de ganarme su confianza. Volar, un ratito, con sus alas de caballo. Trazar en la tierra un camino de viento. Enloquecer. Convertirme en otra fibra más de su crin. Que flotemos. Desaparecer en su tranco de hamaca. Apagar los ruidos de afuera. Llegar de nochecita al galpón. Atardecer juntos, desensillando. Quedarme quieta unos segundos, junto a sus orejas móviles. Ser cómplices. Que me siga hasta la portera. Que me huela él. Amar su curiosidad. Sacarle el freno, y que permanezca ahí un instante. A mi lado. Después, rompe en una carrera y se funde a negro. Pero yo sé que fuimos parte de algo. 



(Felices 6 años de vida) 


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