viernes, 28 de septiembre de 2012

The riddle

Me duele una costilla o algo así, me duele porque me pincha y se me clava adentro como si estuviera malformada y grotesca, como si quisiera agujerearme el alma y el costado y las ideas, me duele como si no pudiera respirar sin que me duela, como si en cada bocanada me matara un poco, un soplido a la vez, una exhalación, un círculo de aire. Me duele cuando me tuerzo, cuando me muevo, cuando me inclino y me encorvo. Me duele más que un dolor físico, me duele una incertidumbre, una duda, un quizás. Me duele un quién será. Me duele el cuerpo pero en realidad me duele la intriga, el no saber, la posibilidad. Me duele un misterio, un mundo. Me duele todo. Me duele ya. Me duele desde que sé que existe esa niebla. Me aguijonea, me hiere, me raspa. Me duele entero. Me hace sufrir el desconocimiento. El velo. El acertijo. 

1 comentario:

  1. Hay más allá del infierno, otro infierno imprevisto y posterior. Durante un tiempo, el condenado se instala en el tormento, lo incorpora a sus hábitos y busca consuelo en la idea de que nada peor podrá ocurrirle. Es entonces cuando cae en otro infierno, el verdadero, cuyos sufrimientos son imposibles de comprender y de calcular.

    El infierno como castigo por los pecados es, al menos, razonable. Uno arde en ríos de fuego pero atesora una convicción inevitablemente dichosa: el universo tiene un propósito ético; en algún lugar están los bienaventurados; en algún lugar está dios.

    El verdadero infierno es, antes que nada, injusto. Uno no sabe por qué está allí, ni cuáles son sus culpas, ni cuál es el plan que está cumpliendo.

    Infiernos benignos permiten conocer el camino para evitarlos.

    Mucho peor es que cualquiera se salve y cualquiera se condene.

    Ignorar las consecuencias de los propios actos, eso es el infierno.


    El otro infierno/Dolina

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