martes, 18 de septiembre de 2012

Quiero de ti

Ponele que una vez nos encontramos. Ponele. ¿Y ahí qué? Nos saludamos, nos vamos a un hotel, nos abrazamos tímidos, o nos miramos de lejos y con melancolía.

Ponele que no quiero eso. Ponele que hoy no quiero que me mires. Quiero que no me puedas mirar, de tanto que querés mirarme. Ponele que en una de esas, justo hoy no quiero que me veas. Quiero que sientas esas ganas de verme, que explotes de ellas, pero que no puedas alzar la vista. Que tus ojos se hundan solos, pesados, en el mar de ganas que tenés de posarlos sobre mí. Que te ahogues un poco. Que te mueras un poco. Que sangres, como yo, cuando no te veo.

Ponele que lo que más me gustaría sería que te quedaras clavado en el suelo sin poder mirarme, oliéndome, bebiéndome, pero sin mirarme. Castigado, arrepentido. Ciego. Me gustaría que te quedaras ciego un rato de ansias de encontrarte con mis ojos en un ida y vuelta de pupilas curiosas. Que esa sensación de imposibilidad te generara un dolor físico, una agonía. Que no te alcanzaran las manos para llegar a donde estoy, y que a tientas, me buscaras.

Ponele que yo me escondo y vos recorrés el aire que circunvala mis contornos, pero no podés tocarme, no podés depositar tu tacto en mi cuerpo, en mi piel rota, en mi respiración tranquila. No podés acercarte más, ni mirarme, ni siquiera hablarme. Quiero que me sientas lejos, que me sepas cerca, pero que me sientas lejos, inalcanzable, invisible. Que sólo me puedas oler, y saber de mi presencia, pero que no me llegues. Que no me dañes.

Quiero estar frente a ti y a la vez, ponele, protegida de ti. A salvo de lo lejos que estás. Refugiada de tus manos tiernas pero afiladas, de tus ojos cuestionadores, de tus palabras muertas. Quiero que estés y que tengas que decirme cosas que no podés soltar, a pesar de que una fuerza gigante te da náuseas y ganas de expulsarlas.

Ponele que te sentís mal, que necesitás mi cobijo, mi abrazo, y yo no te lo doy, yo me lo reservo para mi, para mis secretos, para mis búsquedas, para mis deseos que alguna vez tuve de que te pasara todo eso conmigo otra vez. Me guardo mi alma para mí, pero te la muestro, en confidencia, sin que la puedas ver ni tocar. Te dejo percibir su pequeño aroma a soledad y a fuerza. Su testarudez. Te asomo su torpeza, su goce, sus sueños. Y la escondo, otra vez, bajo el velo de la nada.

Ponele que hoy, eso es lo que quiero de ti. Que mi perfume, mi esencia, letárgica ya, te agobie por un instante. Y que me extrañes desgarradoramente. Nada más.

3 comentarios:

  1. Ya lo hago. Y me duele. Mucho. Aquí, adentro, en alguna parte. Tal vez fue por algo que dije. O quizá fue porque no volví a decir nada desde entonces. Amarga penitencia la de hoy, que mi culpa se arrastra suplicando al alba que traiga un nuevo día en que no me pidas que te extrañe así.
    -g-

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  2. Siempre se pueden decir cosas.
    Gracias por estas que decís acá.

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