lunes, 6 de junio de 2011

abuelos

hablé del viaje a portugal, interrumpiéndolo en el cruce a santiago de compostela, y por ende sin mencionar el paseo por valença do minho y el descubrimiento de la ciudad de porto (u oporto en castellano), desde donde me tomé el avión de vuelta a madrid.

para hacer brevemente referencia a cada uno, diré que de santiago de compostela me gustó la atmósfera de peregrinaje, algo así como una alegría de haber arribado a destino que se festeja con cervezas, charlas entre amigos sobre el camino recorrido y una visita a la catedral, que es imponente sí, pero tampoco me pareció tan del otro mundo.

valen
ça do minho es un pueblo formado por dos fortalezas unidas, del lado portugués, y tiene como un encanto especial que en la tarde de sol se hacía todavía más brillante. en las callecitas principales de ambas ciudades amuralladas vendían miles de productos textiles, desde sábanas hasta repasadores, baberos y cortinas.

y porto es una ciudad ya más importante a orillas del douro, que, aparte de estar construida como en bajada hacia el agua, y ser, por lo tanto, un laberinto de escaleras y cuestas, tiene una zona de atracaderos de barcos a los pies de las casitas angostísimas de cuatro o cinco pisos, de apariencia precaria e inverosímil, pero ciertamente atractivas en su decadencia. ahí hay también varios restaurantes y lugares donde almorzar bajo sombrillas generosas, mientras se bebe el típico vino del lugar (el oporto).

pero en sí lo importante de este viaje por el norte de portugal y algunos puntos de españa fue ir con mis abuelos. no cualquiera tiene la suerte de viajar, a los 24 años, con dos de sus abuelos. y que ellos, a sus setenta y picos, estén tan activos como para caminarse todos los circuitos turísticos, para conducir los miles de kilómetros que hicieron y encima no declararse nunca agotados ni doloridos, ni denunciar por ningún gesto la edad que tienen, la verdad que es casi milagroso. y que además de todo se lo tomen con buen humor, tengan la gentileza de invitarme a cuanto museo y show haya, y encima pasen casi una semana conmigo en madrid, la verdad es que me siento una privilegiada. así que no solo me aproveché de su bondad, sino que los aproveché a ellos.

mi abuelo gp a veces es como un niño. hace chistes y travesuras, embroma a otros turistas, se hace tomar fotos cómicas y cuenta historias de cosas parecidas que ha hecho en otros viajes. es divertido ver cómo acata las órdenes de mi abuela, pero más divertido ver cómo se rebela a veces, diciendo por ejemplo que ya cumplió con su cuota diaria de visitar dos iglesias, por lo tanto a la tercera no va a entrar. y también sus pausas son necesarias para calmar un poco el ritmo del viaje, como para ver la final de la champion's o el roland garrós. mi abuelo es un ferviente devoto del chocolate, y fue muy fácil convencerlo para entrar a una chocolatería medio de lujo en santiago, donde se compró unos "cigarrillos" artesanales de chocolate con menta. por supuesto que se pasó el resto del día simulando que los fumaba.

mi abuela n es incansable. no hay otra forma de decirlo. tiene más energía que una planta nuclear, y es muy fácil perderla de vista apenas aterrizamos en un pueblo, porque ella ya va mirando el mapa y descubriendo el camino a toda marcha hacia los landmarks más importantes. no hay escalera que la derrote ni castillo al que se le resista. pero a ella le encanta visitar las iglesias. es como que si no vio la iglesia principal de un lugar, no siente que haya completado la visita. para los ignorantes que viajamos con ella, es la fuente de la sabiduría perpetua. sabe todo sobre todo lo que vemos e incluso sobre lo que no vemos porque no hay tiempo de visitarlo. mi abuela estudia antes de viajar, durante el viaje y después de viajar. al lado suyo, uno se siente un microbio inculto. ella es como una hormiguita que va absorbiendo el mundo y sacando fotos de todo aquello que le parece interesante, que generalmente es mucho. y después, imprime todas y cada una de las 1300 fotos que tomó en el viaje.

recién vengo de cenar con ellos. después de porto, siguieron viajando por portugal (torreira, coimbra, fátima, marvao), hasta cáceres y hoy llegaron a madrid. los noté contentos, y contentos de verme y de hacer planes para estos tres días que les quedan en madrid. después de cenar, en el ascensor del hotel, mi abuelo le sacudía el paraguas mojado en la cabeza a mi abuela, que se reía y decía "qué tonto". me voy a quedar con esa imagen alegre y con el sonido de sus risas para recordar la suerte que tengo de viajar con dos personas como ellos.


santiago de compostela







valen
ça do minho







porto






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