miércoles, 27 de julio de 2011

war of sales

las rebajas me significan por lo menos dos problemas, además de la competencia febril por llegar antes que las demás. pero en esta avanzada etapa de descuentos, cuando ya las cosas como que dejaron de valer, y el polvo de los primeros cañonazos se asentó con la sangre derramada (con las cuentas corrientes desangradas), a mí todavía me quedan dos batallas por luchar.

la primera son las perchas. a mí, personalmente, me odian. se caen al mínimo contacto con mis dedillos torpes. además, tiempos de rebajas son tiempos de caos, de desorden, de cosas enganchadas entre sí, percheros desbordados, zapatos perdidos, rubros mezclados. no es fácil seleccionar una camiseta entre un cambalache de telas distintas enredadas, mal colgadas, dadas vuelta, especialmente cuando el tubo de metal en el que se apoyan las perchas no aguanta más y se empieza a caer todo en una cascada interminable.

la otra batalla es seleccionar cuatro o cinco cosas y llevárselas al probador, y en parte desear que te queden lindas y en parte no, porque los números están totalmente en rojo (a tal punto que ya le adjudiqué 30 euros de gastos al mes de agosto, y no se ha terminado julio). y mirarte y no convencerte, o sí, pero justo esa que te queda bien no está tan rebajada, y meditar, y pensar cuándo usarías una camiseta naranja o un vestido apretado rosa pálido, y resulta que al final le dejás la pila de ropa toda desordenada a la señorita del probador, que te mira con simpatía irónica y te putea internamente, y no llevás nada. no sabés si sentirte derrotada o si salir cual campeona de la tienda, agitando la tarjeta de crédito invicta sobre tu cabeza, pensando en los euros que ahora tenés para gastar en otra cosa.

igual perdés la guerra en seguida, cuando vas al supermercado y ves irse todos los billetes en tomates, pan bimbo, papel higiénico, queso y tallarines verdes.

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