lunes, 19 de septiembre de 2011

hope-icide

me gustaría gritar. gritar de rabia y de pena y de desconsuelo y de que las cosas no sean como me gustaría. a veces me asombra lo mucho que me mido. contengo mis palabras una a una, sostenidas por una cuerda tensa de diplomacia. un protocolo que no es gélido, al contrario. es como una amenaza del calor latente que hay debajo. el problema es después de enviar el mensaje. el hilo se afina tanto que se deshace, todo explota, salta incontrolado, como mi grito y mi dolor y mi rabia y mi desconsuelo, y me vuelvo una cosa que llora y que no sabe cómo seguir soltando las palabras, todo lo que tiene adentro, y que en realidad, nunca lo va a soltar, nunca lo va a decir, o sí, pero no es conveniente. soy esa cosa roja hirviendo, que se va aflojando hasta quedar hecha trapo, que se sienta con la cara todavía con surcos renovadamente húmedos frente a un teclado donde materializa esa impotencia crónica, este desánimo de hoy que ya tiene algunos meses de viejo.

es que hoy es final, y debería asumirlo, pero ahora entiendo cómo se siente de agudo y hondo y me duele más por eso, por entenderte finalmente, y entender tu desánimo y tu pena y tu rabia de entonces. y me duele por las decisiones tomadas, que siempre sacrifican cosas, y me hizo sacrificar esa pequeña esperanza. abortarla, porque hasta ahora vivía en mí, chiquita y malnutrida, sí, pero estaba ahí, adormecida a veces, otras palpitante, caminaba conmigo por la calle y escuchaba la música que le ponía y de a ratos hasta sonreía con lástima, como diciéndome que era imposible, pero no quería morirse. y hoy o ayer o antes de ayer de madrugada decidí que tenía que matarla si me iba, porque no podía llevármela, iba a ser muy triste y muy estúpido de mi parte, y más vale matarla antes de que agarre fuerzas de vaya a saber uno dónde y se haga grande, y después se aferre, me aferre, a sueños que se diluyeron hace rato.

pero es feísimo matarla, sobre todo porque sigue sin querer morirse, aún después de los palos que le dimos, y está ahí, como rota, respirando todavía. parece un animal cazado, de esos que tienen muchas balas en el cuerpo, pero renuncian a parar de vivir, y se quedan tranquilos, en silencio o gimiendo despacito, moviéndose apenas, sangrando por todas partes. no tengo fuerza para darle el tiro de gracia, no sé cómo hacerlo, y la voy a tener que ver languidecer lentamente, apagarse de a poquito, en estos meses que quedan, aunque espero que se muera rápido y que su agonía sea poca, porque de verdad la quiero enterrar en madrid.

quiero dejarla durmiendo en un rincón del retiro, donde se ven los árboles podados raro y esos jardines tan prolijos, con fuentes. pero no abajo, en el jardín mismo, sino arriba, contra la baranda de piedra y el último de los bancos, cobijada por los árboles grandes, en esa esquina en la que si uno se asoma se ve todo el jardincito, y hay unos faroles que le dan un aire inequívocamente europeo al paisaje, especialmente de noche, cuando hace mucho frío y se ve el vapor que exhalamos.

quiero que se quede donde existió, donde me dio ganas de estar y donde me hubiera quedado para siempre si ella hubiera tenido alguna forma de sobrevivir. quiero que descanse donde yo sólo la pueda evocar con cariño y con nostalgia. o más bien, con amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario