jueves, 8 de septiembre de 2011

piyama party

estoy por dar por terminada la víspera-de-feriado-piyama-party-thursday-pizza-and-movies-night. ha sido grata en su transcurso, aunque quizás no lo sean sus consecuencias. empezamos viendo super 8 y después una española, para no salir de contexto, aunque sí salimos del contexto suspenso y ciencia ficción porque era de humor.

en el medio llegó algún mensaje del mundo exterior que me derrumbó por completo, pero bueno, ahora tengo cosas para pensar con la almohada. cosas del tipo vital, tipo vocacional-laboral, tipo pasional-relacional, tipo existencial-esencial. he expuesto voluntariamente las paredes de mi fortaleza, y resulta que eran de barro. se aprende de la vulnerabilidad? no sé. pero están derruidas y agujereadas, y la autoestima se me cuela por las brechas abiertas, desparramándose colina abajo.

entonces nada, después de super 8 y los niños de spielberg, que me gustaron hasta la aparición del alien y el momento en que todo el relato se hace previsible, vino pagafantas, con un actor que no conocía pero anda bien, y algunas apariciones de julián lópez (me encanta ese tipo pero por su carisma de pobre infeliz-amigo gracioso), y una argentina chota por la que se babean todos (sabrina garciarena), y una historia que me sonó algo conocida, aunque por obvias razones me costó mucho identificarme con la porteñita sexy. pero sí pude identificar en él a él, a su españolidad tan obvia y a veces torpe y cuadrada, su desconcierto y deleite ante los hábitos y palabras rioplatenses, o sus salidas cómicas, su altura, su pelo y hasta la nariz, todo me sonaba y me daban unas ganas enormes de darle un abrazo de koala y pedirle que fuera mi pagafantas, aunque en realidad no quería eso, quería que él me diera un abrazo de oso y me comiera la boca. sigo queriéndolo, y con esa tendencia mía a querer lo que no puedo tener, probablemente lo quiera siempre.

y acá me quedo, absorbiendo el impacto de los golpes desde todos los frentes, con el ejército diezmado, herido, esparcido en el campo de batalla, y los muros de mi castillo deshechos, pedazos aquí y allá, pero literalmente, aquí y allá, y nunca tan mejor dicho. acá me quedo con mis hábitos rioplatenses ya difusos, con los vidrios de mis ventanas rotos, como algunos sueños, y veo difícil la tarea que tiene por delante mi almohada para consolar tanta derrota.

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